Claroscuro

Rembrandt – Cristo en la tormenta en el lago de Galilea

Claroscuro

Nombre que procede de la articulación directa de las palabras claro y oscuro. Aunque hay que advertir que, como vocablo, surge primero en la Italia del cinquecento, aplicado a la xilografía, como chiaroscuro. 

Si bien sus usos en el habla son de algún modo extendidos, es en la pintura durante y posterior al periodo Barroco en donde se manifiesta de manera más elocuente. En la actualidad, el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, en su cuarta acepción, lo define como el “conjunto de rasgos contradictorios de una persona, una situación o una cosa”. El pintor flamenco Rembrandt van Rijn es por excelencia el artista más prolífico que lo desarrolló. No obstante, en la pintura del Renacimiento, ya el manejo de la luz, en ciertas obras, manifestaba insinuaciones notables de esta técnica pictórica, como en el caso de Caravaggio. Se puede resumir como los efectos que producen la luz y la sombra al conseguir un contraste formidable entre zonas iluminadas con abundante brillo y otras adyacentes y degradadas con una densa oscuridad. La cultivada combinación de luz y sombra logra, pues, efectos de mayor dramatismo en la representación. De tal manera, la estimulación gráfica que acarrea la expresión claroscuro –como dos palabras fundidas– promueve fácilmente una noción conceptual que la hace móvil y aplicable en diferentes formas de arte.

No parece haber muchas fuentes concretas que lo señalen explícitamente, pero es sugerente la correspondencia que adquieren algunas manifestaciones literarias españolas durante el periodo Barroco frente a representaciones pictóricas de esa misma época, que como se sabe es el punto de mayor auge de la técnica conocida como claroscuro. Tal vez uno de los argumentos más dilucidarios esté contenido en las siguientes líneas de Paloma Otaola, cuando se refiere al concepto de pesimismo español durante el Siglo XVII:

Una de las características más acusadas del pensamiento español durante el Barroco es el pesimismo unido a una actitud de desesperanza ante la vida. A la raíz de este sentimiento desilusionado se suele señalar la decadencia política y económica de España en aquel momento. […] El hombre barroco se enfrenta con una realidad huidiza y confusa, un claroscuro vital que se expresa en el claroscuro artístico y en el pensamiento, como dice O. Green: «Luz y tinieblas estaban fundidas en un claroscuro en el pensamiento español en la misma proporción en que entran en la experiencia de nuestra vida las alegrías y las penas»[1]

Por otra parte, ya es manifiesta, en la particular obra de Luis de Góngora, sus cualidades de excéntricos contrastes que de por sí insinúan la dinámica de luces y sombras. Pero, además, también es posible observar la tensión que se produce entre los “rasgos contradictorios” entre dos grandes representantes de la literatura española del periodo en cuestión, que al ser coterráneos y coetáneos apuntan también al concepto de claroscuro como un atributo congénito y representativo del Barroco español. Así lo corroboran Daniel Fernández y Dámaso Alonso:

Nos hemos acercado a los grandes destellos poéticos de la vida de Góngora y de Lope, que siempre permanecerán como el símbolo de su siglo y del Barroco. Hemos revivido sus enfrentamientos literarios, unas veces llenos de rabia, otras como grito orgulloso de su casi siempre silenciosa admiración. Ellos, sus vidas y sus respectivas obras, son aún el Barroco español porque fueron la lucha entre luz y sombra, respeto y desdén. Explica muy bien Dámaso Alonso cómo ese claroscuro […] se encuentra exaltado en la Fábula de Polifemo y Galatea. Es tal vez la mejor manera de terminar este artículo para comprender la vida de dos poetas opuestos pero geniales: “Lo sereno y lo atormentado, lo lumínico y lo lóbrego; la suavidad y lo áspero; la gracia y la esquiveza y los terribles deseos reprimidos. Eterno femenino y eterno masculino, que forman toda la contraposición, la pugna, el claroscuro del Barroco. En una obra de Góngora se condensaron de tal modo, que es en sí ella misma como una abreviatura de toda la complejidad de aquel mundo y de lo que en él fermentaba. Sí, se condensaron –luz y sombra, norma e ímpetu, gracia y mal augurio– en la Fábula de Polifemo, que es, por esta causa, la obra más representativa del Barroco europeo[2].

En síntesis, si bien no se ha acuñado de forma institucional el término claroscuro referido al ámbito literario del Barroco español, no quedan dudas de la proximidad conceptual que encierran las obras de, por ejemplo, Lope de Vega o Góngora con la generalidad de la técnica pictórica que cultivaron Rembrandt o Caravaggio.

 

Por: Felipe López

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Documentos consultados

Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española. Vigésima segunda edición. Madrid, 2001.

Otaola, Paloma. Coordenadas filosóficas del pensamiento de Quevedo. España, 2004.

Fernández, Daniel. Góngora y Lope: símbolos del Barroco. En http://www.lacruzadadelsaber.org/descargas/N6/lopeygongora.pdf   Visitado en junio de 2013.

Alonso, Dámaso. Poesía española: ensayo de métodos y límites estilísticos: Garcilaso, Fray Luis de León, San Juan de la Cruz, Góngora, Lope de Vega, Quevedo. Madrid, 5ª ed. Reimpresión de 1971.

Enciclopedia virtual Microsoft Encarta 2009.


[1] OTAOLA, Paloma. Coordenadas filosóficas del pensamiento de Quevedo. España, 2004.

[2] Fernández, Daniel. Góngora y Lope: símbolos del Barroco. En http://www.lacruzadadelsaber.org/descargas/N6/

lopeygongora.pdf   Visitado en junio de 2013.

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